La
literatura está compuesta por vértices que permiten que, el acercamiento del
lector hacia el texto, sea más cercano o distante. Cada narrativa tiene una
forma que atrae al público mediante una temática. Para dar claridad a esta
afirmación, es importante entender cómo un poema sobre la guerra, puede llegar
a estremecer mucho más a un lector, que una novela que trate la misma temática.
Esto por supuesto, puede variar dependiendo del receptor que acoja el texto. No
obstante, es por eso que la forma en cómo se abordan las temáticas, deben tener
una implicación que esté compuesta de elementos sustanciales que permitan al
lector un compromiso y/o una conexión directa que además de entretener, pueda
generar una resonancia dentro de su lectura. Es por eso que uno de los recursos
mediante los cuales la literatura se vale para recopilar y concientizar dichos
lo periodos de violencia –en este caso en Colombia- es el género de Literatura
de la violencia. No obstante aunque es un marco amplio, vale la pena detenerse
en la particularidad que acarrea este mismo género, el discernimiento con la
literatura testimonial. Éste género, abarca aristas particulares recopilando el
testimonio de víctimas y victimarios, que han padecido la violencia y así mismo
las secuelas de un enfrentamiento político, social y económico que determinan
hitos en la historia. Una de las propuestas por las cuáles surge éste género,
consiste en “el interés por la conservación del pasado […], la obsesión por el
recuerdo parecer ser uno de los signos distintivos de las sociedades
occidentales” (Suárez, 2011, p.275), lo cual indica a su vez una necesidad por
generar un remanente de lo ocurrido, manifestándolo en la actualidad. A pesar
de lo expresado por Suárez (2011), en donde afirma la necesidad de expresar el
lastre histórico mediante crónicas y actos estatales que no solo incitan a la
violencia, sino además aúnan la rutinización de la guerra y el olvido, por lo
tanto se desvirtúa el propósito de generar una intención de memoria histórica y
por el contrario, se sumerge en un círculo vicioso de impunidad, a la cual se
llega mediante la misma amnistía otorgada por el Estado (Suárez, 2011).
En todo
caso, esto no es un síntoma de que necesariamente toda la producción literaria,
esté sumergida en estas condiciones y por el contrario, autores como Hernando
Téllez y su obra Cenizas para el viento,
se ilustra de forma explícita los inicios de la violencia en el país durante el
siglo XX, período durante el cual conservadores (milicia y gobierno) y
liberales (revolucionarios y algunos ciudadanos del común), sufrieron
enfrentamientos y muertes violentas, como consecuencia de sus ideologías. En este
caso, la propuesta va más allá de evidenciar la violencia. Pues esta cala desde
las esferas en las voces de las víctimas y victimarios, y así mismo logra dar
cuenta de lo que significó y significa para el país, el no respeto, por las
diferencias ideológicas. Su búsqueda incansable en los primeros siete cuentos
del libro, radica en dar a conocer la voz de las víctimas mediante los
testimonios que permiten generar una lectura amplia, del panorama nacional que
se vivía en dicho momento. Los cuentos de Hernando Téllez, en Cenizas para el
viento son una radiografía de la violencia por la que atravesaba el país entre
1946 a 1966. El estilo de crítica que caracteriza al autor, como bien lo
expresa Cadavid (1995) debe ser “objetiva, veraz, impersonal, y en cierta
manera, implacable” (p. 75). Teniendo en cuenta lo anterior, es importante dar
cuenta de cuán importante es el género del cuento, visto desde la literatura
testimonial para permitir al lector no solo el contacto con una realidad
nacional, sino además permitir que se alojen reflexiones posteriores a la
misma, que a su vez inquieten y relacionen un sentido de pertenencia y
consciencia sobre la necesidad de tener un lastre histórico, que acompañe a la
memoria.
Es por eso
que las memorias de hechos violentos cuando logran articularse y salir del
espacio íntimo, no se incorporan necesariamente a la memoria nacional por medio
de “políticas de la memoria” (Suárez, 2011, p.281) en procesos transicionales. Estas memorias son
“depositadas” antes que discutidas. La literatura testimonial constituye uno de
esos “depósitos”. Hay momentos en los que ciertos temas, testigos, autores y
tratamientos narrativos adquieren un apogeo inusitado. Estos auges obedecen a
factores nacionales como la dinámica del conflicto y la sociedad colombiana, e
internacionales como el “giro hacia el pasado”. Al hacer un recorrido por el
desarrollo del género testimonial desde la Violencia de mediados de siglo XX
hasta nuestros días, se logra evidenciar la gravitación de varias culturas del
recuerdo en una sociedad donde aparentemente domina el olvido.
Bibliografía:
Cadavid, H. (1995) Hernando Téllez un consumado
estratega. Boletín cultural y
bibliográfico, 32(40). 75-96.
Suárez Gómez, J.E. (2011). La literatura testimonial
de las guerras en Colombia: entre la memoria, la cultura, las violencias y la
literatura. Universitas Humanística (72) 275-296.