jueves, 19 de mayo de 2016

Comentario Académico

La literatura está compuesta por vértices que permiten que, el acercamiento del lector hacia el texto, sea más cercano o distante. Cada narrativa tiene una forma que atrae al público mediante una temática. Para dar claridad a esta afirmación, es importante entender cómo un poema sobre la guerra, puede llegar a estremecer mucho más a un lector, que una novela que trate la misma temática. Esto por supuesto, puede variar dependiendo del receptor que acoja el texto. No obstante, es por eso que la forma en cómo se abordan las temáticas, deben tener una implicación que esté compuesta de elementos sustanciales que permitan al lector un compromiso y/o una conexión directa que además de entretener, pueda generar una resonancia dentro de su lectura. Es por eso que uno de los recursos mediante los cuales la literatura se vale para recopilar y concientizar dichos lo periodos de violencia –en este caso en Colombia- es el género de Literatura de la violencia. No obstante aunque es un marco amplio, vale la pena detenerse en la particularidad que acarrea este mismo género, el discernimiento con la literatura testimonial. Éste género, abarca aristas particulares recopilando el testimonio de víctimas y victimarios, que han padecido la violencia y así mismo las secuelas de un enfrentamiento político, social y económico que determinan hitos en la historia. Una de las propuestas por las cuáles surge éste género, consiste en “el interés por la conservación del pasado […], la obsesión por el recuerdo parecer ser uno de los signos distintivos de las sociedades occidentales” (Suárez, 2011, p.275), lo cual indica a su vez una necesidad por generar un remanente de lo ocurrido, manifestándolo en la actualidad. A pesar de lo expresado por Suárez (2011), en donde afirma la necesidad de expresar el lastre histórico mediante crónicas y actos estatales que no solo incitan a la violencia, sino además aúnan la rutinización de la guerra y el olvido, por lo tanto se desvirtúa el propósito de generar una intención de memoria histórica y por el contrario, se sumerge en un círculo vicioso de impunidad, a la cual se llega mediante la misma amnistía otorgada por el Estado (Suárez, 2011).

En todo caso, esto no es un síntoma de que necesariamente toda la producción literaria, esté sumergida en estas condiciones y por el contrario, autores como Hernando Téllez y su obra Cenizas para el viento, se ilustra de forma explícita los inicios de la violencia en el país durante el siglo XX, período durante el cual conservadores (milicia y gobierno) y liberales (revolucionarios y algunos ciudadanos del común), sufrieron enfrentamientos y muertes violentas, como consecuencia de sus ideologías. En este caso, la propuesta va más allá de evidenciar la violencia. Pues esta cala desde las esferas en las voces de las víctimas y victimarios, y así mismo logra dar cuenta de lo que significó y significa para el país, el no respeto, por las diferencias ideológicas. Su búsqueda incansable en los primeros siete cuentos del libro, radica en dar a conocer la voz de las víctimas mediante los testimonios que permiten generar una lectura amplia, del panorama nacional que se vivía en dicho momento. Los cuentos de Hernando Téllez, en Cenizas para el viento son una radiografía de la violencia por la que atravesaba el país entre 1946 a 1966. El estilo de crítica que caracteriza al autor, como bien lo expresa Cadavid (1995) debe ser “objetiva, veraz, impersonal, y en cierta manera, implacable” (p. 75). Teniendo en cuenta lo anterior, es importante dar cuenta de cuán importante es el género del cuento, visto desde la literatura testimonial para permitir al lector no solo el contacto con una realidad nacional, sino además permitir que se alojen reflexiones posteriores a la misma, que a su vez inquieten y relacionen un sentido de pertenencia y consciencia sobre la necesidad de tener un lastre histórico, que acompañe a la memoria.

Es por eso que las memorias de hechos violentos cuando logran articularse y salir del espacio íntimo, no se incorporan necesariamente a la memoria nacional por medio de “políticas de la memoria” (Suárez, 2011, p.281)  en procesos transicionales. Estas memorias son “depositadas” antes que discutidas. La literatura testimonial constituye uno de esos “depósitos”. Hay momentos en los que ciertos temas, testigos, autores y tratamientos narrativos adquieren un apogeo inusitado. Estos auges obedecen a factores nacionales como la dinámica del conflicto y la sociedad colombiana, e internacionales como el “giro hacia el pasado”. Al hacer un recorrido por el desarrollo del género testimonial desde la Violencia de mediados de siglo XX hasta nuestros días, se logra evidenciar la gravitación de varias culturas del recuerdo en una sociedad donde aparentemente domina el olvido.

Bibliografía:
Cadavid, H. (1995) Hernando Téllez un consumado estratega. Boletín cultural y bibliográfico, 32(40). 75-96.
Suárez Gómez, J.E. (2011). La literatura testimonial de las guerras en Colombia: entre la memoria, la cultura, las violencias y la literatura. Universitas Humanística (72) 275-296.


2 comentarios:

  1. silvia, realmente me sentí muy ha gusto con el comentario academico presenta una información clara, precisa y que contextualiza la polica. Ademas veo que cito puntualmente a los autores utilizados lo que demuestra la especialización en el tema.


    Respecto al blog puedo decir que da información muy útil sobre el tema.

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  2. Hola Silvia, la verdad me pareció un tema muy interesante argumentado de manera concisa, puntual y coherente. El blog esta organizado de tal forma que se pueda establecer una clara relación con el tema del comentario.

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